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Casa Pellicer i Jordan

Alienaa


El ratoncito había sido bien acogido por la familia y pronto se hizo inseparable de la pequeña.
Sin embargo las primeras semanas éste se escapaba y a veces tardaba días en volver a aparecer. Aliena se entristecía porque ya lo daba por perdido o imaginaba que algún gato le había dado caza. Pero cuando menos se lo esperaba, aparecía escondido en cualquier sitio.
Luego sus escapadas fueron disminuyendo y siempre estaba junto a la niña. De hecho se hizo rápidamente con un extraño hogar. En la mesita, cerca de la cuna de la pequeña, dormía en una tacita de té que mucho aprecio le había cogido el roedor.

Aquella tarde estaba en el taller de costura de su madre, quien le hacía pequeñas prendas de ropa con los retales que le sobraban.
Mientras, Aliena jugaba con su hermana Azalea a vestir al ratoncito.


-Timmy, etate queto! hay que ponedte el sombdedico- Le decía al ratón mientras le agarraba para que su hermana pudiese ponerle el sombrero.


-¡Hay que hacerle unas botas!-Les dijo Azalea divertida en cuanto se lo colocó. -¡Con unos cordones para que no se les escape!- Añadió.


-Shiii, bohitas para Timmy! ¿Podas hacedselas mami?-Le dijo con voz de niña buena.


Ibelia reía las bromas de sus hijas mientras disfrutaba de verlas jugando juntas.

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Ibelia.jordan



Ibel sonreía a sus hijas mientras ellas jugaban con su nuevo amigo; ya la pequeña Aliena recorria la casa con tambaleantes pasitos.
Ahora se les había ocurrido vestir al pequeño ratón que parecía entender lo que la niña le comunicaba en su media lengua.

Con los retales de las telas y pieles del taller la convencieron para hacerle vestidos.
-Hijas, lo difícil va a ser tomarle las medidas. Les decía divertida.

Al final se afanó en la tarea que hasta le pareció divertida y entre las tres le fabricaron unas bonitas ropas al roedor.

En su desbordante imaginación lo veían hecho todo un espadachín dispuesto a vivir mil aventuras.
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Leaford


Hay estaba el con su lobo al lado, en las puertas de las que seria su nuevo hogar, aún se le hacia raro abandonar aquella pequeña casa en la que tanto tiempo había estado y que buenos momentos le había regalado.

Leaford cogió aire para anunciar a gritos su llegada pero lo interrumpieron los criados de la casa cuando lo reconocieron, esto no le gusto nada y se quedo con ganas de soltar su grito -Vaya me habéis interrumpido mi llegada, os perdonaré si me lleváis con los señores, pero no os acostumbréis- dijo bromeando y intentado aguantar una leve sonrisa que se le escapaba.

Los llevaron a la cocina y allí estaban Ibel e Ysu acompañados de la pequeña Aliena, lo primero que hizo al llegar fue sujetar a su lobo blanco, que se abalanzo contra un ratoncillo al que no había visto a primera vista y al parecer era el entretenimiento de los allí presentes

-Estate quieto, esto no es buena idea chico- le decía mientras el lobo no hacía mucho caso -¡Párate ya, o te dejaré sin comer!- le gritó, al parecer esto si lo entendió y el lobo se sentó aparentemente tranquilo, acabó el numerito y se dirigió a aquellos que desde hace tiempo podía llamar familia -¿Hay hueco en casa para mi? dijo con la mejor sonrisa que pudo poner, fue todo lo que dijo, pues poco sabía que decir cuando se mudaba a un sitio nuevo.
Alienaa


Aliena se encontraba junto con sus padres en la cocina, buscando queso para su ratón, cuando se presentó el caballero Leaford junto con su lobo.
Tras el recibimiento, el lobo olisqueó al roedor y comenzó a gruñirle en cuanto lo vio. La niña, temerosa de que le atacara, lo escondió en su bolsillo.

El caballero, con postura firme, comenzó a regañarle.
-Estate quieto, esto no es buena idea chico... ¡Párate ya, o te dejaré sin comer!
Tras el último grito el lobo obedeció y olvidó su instinto de caza.

-Pobesito, pobre lobito bueno... - Le decía Aliena cariñosamente acariciándole por la espalda. Tendá musha hambre el lobito...- Y dando media vuelta, comenzó a buscar por la cocina en busca de algún hueso con carne y cuando lo encontró, se lo tendió.

El lobo seguía firme a las ordenes de su dueño y dudó si aceptar lo que la niña le ofrecía.

-Toma, ¡ehta güeno!-Comenzó a fingir que se lo comía- ¡Ñam, ñam!Qué rico huesico....
La niña creía que no iba a cogerlo y pensó en dejarlo, pero antes de que le diera tiempo a retirarlo éste pegó un brinco y le cogió con cuidado el hueso.
Aliena comenzó a reír por el brinco alegre del lobo.
Le encantaba los animales y por suerte o desgracia, no les temía. Quizás se debiese en que enseguida se hacía con ellos y aún no se había llevado ningún susto.

Mientras observaba al lobo, le preguntó al caballero:
-¡Que bonito es el lobito! ¿Cómo se llama?- Sonrió

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Ibelia.jordan



Ibelia oyó algunas voces mientras daban las instrucciones del día a los criados en la cocina y la pequeña Aliena intentaba alimentar a su mascota.

Al momento entraba Leaford y su Lobo diciendo. -¿Hay hueco en casa para mi?

Hacía días que esperaban que el pupilo se mudase al que era ya su hogar en el Castillo de Sagunt.

Ibelia se acercó a él y le dio un fuerte abrazo.

-Claro que si Lea, eres un miembro más de la familia. Bienvenido seas tú y tu amigo.
Miraba al muchacho y luego al animal.

-Pasemos al salón y que nos sirvan un buen almuerzo; seguro que no te negarás y a Lobo también parece que le gustaría un buen bocado. Decía sonriendo mientras veía que la pequeña Aliena ya se estaba encargando del asunto. Y parecía que hacia muy buenas migas con el lobo.

Los cuatro pasaron al salón y dieron cuenta de un magnífico almuerzo, mientras hablaban de forma distendida y familiar.

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Alienaa


Alienaa le encantaba dibujar. Pasaba las horas muertas en la oficina garabateando, así como en sus ratos libres en casa.

Aquella mañana, estaba terminando un dibujo que estaba haciendo en especial para Leaford. Imaginaba al caballero en el bosque, junto a su lobo, ambos con una pose guerrera que transmitía la fuerza que podían tener unidos.

Satisfecha, en cuanto lo terminó fue en su busca.


-¡Mira Leaford, te he hecho un dibujo! - Le dijo con una sonrisa mientras le entregaba el papel.

Alienaa


La tarde en el castillo fue un auténtico espectáculo.
Por un lado mi mamá, mientras acababa de arreglarse para asistir al evento que nuestro alcalde Borja nos había invitado, terminaba de convencer a papá de asistir a la cena. No es que no quisiera ir, pero no le terminaban de gustar los eventos.


Mientras por otro lado, mi hermana Azalea y yo, intentábamos esquivar a Nanaflor, quien nos perseguía cómicamente con los vestidos apresurándonos para que nos vistiéramos, rezando que los barones no terminasen antes y le cayera una reprimenda por no encontrarnos preparadas.


Al final, nos compadecimos de ella e hicimos caso a las instrucciones, que al fin y al cabo, así se lo habían ordenado nuestros padres.
Después Azalea se quedó sola acicalándose en el tocador y yo no tuve más remedio que dejarme peinar por Nanaflor, pues aún era un poco torpe.
La mujer me tiraba fuerte del pelo, para que el moño me quedara lo mejor hecho posible y yo no hacía más que quejarme, odiaba los recogidos aunque debía reconocer que los hacía muy bonitos.


Cuando terminamos nos reunimos todos en el salón principal para hacer recuento antes de partir y asegurarnos que estaba todo listo. Mamá quería que estuviera todo perfecto.


-Creo que será mejor que Timmy se quede esta vez… - Dije con el ratón en las manos. –Solo faltaría que escapase y se metiera en el establo ¡imaginad que revuelo con los caballos locos por el susto! o aún peor si se escapase en mitad de la cena, corriendo por la mesa junto a todo el banquete y los comensales intentaran ahuyentarlo a base de zapatillazos… ¡podría morir aplastado!

Dicho esto, la niña salió corriendo a su habitación para dejarle en su hogar. –Sé bueno pequeño Timmy… - Se despidió dándole un trozo de galleta y volvió veloz junto a su familia, quienes ya le esperaban en el carruaje.
Ysuran


Ysuran se arregló para ir a la cena en la casa de Borja, al parecer otro fiesta se avecinaba, costó convencerlo pero no había forma de resistirse a la pelirroja cuando pedía algo con cara de no haber roto un plato, además tenía la ayuda de Azalea y Aliena, por lo tanto el Pellicer en minoría clara no pudo más que ceder.

Cuando estuvieron listos bajaron a esperar a las niñas, que tardaron un poco porque, según Abelardo, no paraban de correr y evitar a Flor, sin duda aquella mujer tenía el cielo ganado con aquellas dos traviesas, pero que daban la alegría a aquel castillo.

Al llegar las Pellicer i Jordan, la pequeña dijo:

-Creo que será mejor que Timmy se quede esta vez…solo faltaría que escapase y se metiera en el establo ¡imaginad que revuelo con los caballos locos por el susto! o aún peor si se escapase en mitad de la cena, corriendo por la mesa junto a todo el banquete y los comensales intentaran ahuyentarlo a base de zapatillazos… ¡podría morir aplastado!

Y sin dar tiempo a responder salió volando para dejar al ratón en casa, otro que se había convertido en miembro de la familia, no había más que verlo vestido y todo, hasta Abelardo le trataba como si fuera un señor, pero claro, para el pobre de Abelardo cualquier cosa era un señor si se comparaba con él.

El matrimonio y Azalea subieron al carruaje y esperaron que llegase la pequeña Aliena cuando estuvieron todos marcharon a la cena...

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Ysuran


Habían pasado varios días y muchos acontecimientos también, Ibel, la dueña y señora pelirroja de toda la baronía, se había marchado a Valencia movilizada, así que en casa habían quedado Alienaa e Ysuran, ya que los demás también se habían marchado a sus quehaceres.

Ysuran un poco aburrido del día a día, de todo lo que veía que ocurría pero sin poder hacer nada decidió que aquella tarde la pasaría con su hija, así que llamó a Abelardo y le indicó que fuese por la pequeña Alienaa...

- Dile a la baronesita que venga al salón inmediatamente y preparada para montar, hoy la voy a enseñar a ir a caballo.

Después quedó a la espera de que regresara Abelardo acompañado de la pequeña que había crecido rapidisimo, como todos los niños hacen, aunque por suerte aquella niña siempre estaba llena de alegría.

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Alienaa


En cuestión de días la vida les dio un giro. Ibel tuvo que partir a Valencia y Alienaa ahora era la nueva Tribuno de Segorbe. Pasaba la mayor parte del día en su oficina alistando a los recién nacidos y ayudándoles, pero ese día salió antes debido a la falta de faena.

Se encontraba en la habitación jugando con Nanaflor a las cocinitas, con diferentes utensilios tallados en madera, cuando Abelardo se presentó en la puerta.

-Baronesita, vuestro padre os reclama con inmediatez en el salón. Quiere que os presentéis con vuestro atuendo para montar.-

Dicho esto Nanaflor ayudó a la niña a vestirse y calzarse y antes de que pudiera irse le recogió rápidamente el pelo en una trenza para que no le molestara la melena.
Bajó entonces emocionada donde le esperaba su padre.

-¡Ya estoy preparada, papá!- Le dijo con una sonrisa. -¡Vamos!

Una vez en la cuadra saludó a su potro quien había crecido también y pronto llegaría a su edad adulta.
Ysuran


Padre e hija habían llegado al establo, allí estaba el caballo que le habían regalado a la pequeña cuando nació. Ysuran tomó las riendas y lo llevó hasta el cercado de forma circular que habían preparado los sirvientes, una vez que entraron los tres, cerraron la valla y el Pellicer se dirigió a su hija mientras sostenía las riendas...

- Pequeña, antes de subirte al caballo debes saber que hay distintas formas de hacerlo, una de ellas es sin montura, que la solían usar los salvajes y bárbaros aunque permite sentirte en contacto con el animal.

Acarició el morro del equino y continuó hablando...

- Las otras dos formas de montar son con silla, la más normal es a horcajadas, donde sitúas un pie en cada estribo y coges las riendas de frente...la otra forma es para damas, aunque mucho más cansada, se llama al modo amazonas y consiste en que se sientan de lado en la silla con las dos piernas hacia el mismo lado...¿Comprendes?

Ysuran miró a la niña que asentía pero que apenas le hacía caso, estaba claro que estaba deseando de subirse al animal por el nerviosismo que presentaba curioseando al equino y acaraciandole .

- Bien arriba pequeña, practicaremos la forma a horcajadas, ya más adelante te enseñaré como amazonas, aunque espero que eso lo haga mamá...Primero tienes que asegurar que las correas de la silla están bien sujetas, es conveniente que des un golpecito al caballo que meta tripa, como hacen los señores gorditos cuando se van a comprar un traje.

El barón dedicó una sonrisa a su hija y la ayudó a asegurar las correas, para luego subirla sobre el caballo.

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Alienaa


Alienaa prestaba la máxima atención que podía a sus primeras lecciones de montar a caballo, los nervios y las ganas de montar en su caballo se lo dificultaban, pero no perdía el interés.

Cuando su padre vio que lo propio era enseñarle a montar a horcajadas, éste le enseñó cómo debía ensillar al caballo de forma adecuada.

- Bien arriba pequeña, practicaremos la forma a horcajadas, ya más adelante te enseñaré como amazonas, aunque espero que eso lo haga mamá...Primero tienes que asegurar que las correas de la silla están bien sujetas, es conveniente que des un golpecito al caballo que meta tripa, como hacen los señores gorditos cuando se van a comprar un traje.- Rió ante la ocurrencia de su padre, imaginando a los señores de forma cómica mientras le ayudaba a subir.

Una vez sobre el caballo tomó una postura rígida. Le parecía que estaba a gran altura, una altura que no apreciaba desde el suelo y que no esperaba sentir. Pero se calmó y su postura se tornó natural al ver que todo estaba bajo el control de su padre y que la situación estaba controlada.

El caballo estaba tranquilo, conocía a la familia desde pequeño y apreciaba a la niña, quien más de una tarde le visitaba para hacerle compañía, le daba alguna hortaliza y le cepillaba.

El Barón sostenía junto a su hija las riendas y, acompañando al caballo, comenzaron la enseñanza dando una vuelta por el recinto a paso lento.
Nana_flor


Un mensajero que venía de la capital llegó hasta las puertas del Castillo de Sagunt. Nana recogió el correo y le hizo pasar a las cocinas para que se repusiera del viaje.
Viendo que era carta de la Baronesa la llevó de inmediato al Barón. Llegó hasta el cercado exterior a los establos dónde estaba enseñando a montar a la pequeña Aliena que ya era casi una señorita y le dijo.

-Señor, una carta de la baronesa. El mensajero está reponiendo fuerzas por si querréis contestar. Se la entregó y esperó por si había respuesta.
La carta decía así.

Cita:
Mi adorada familia,

Os escribo estas líneas desde la posada de la Capital, las gotas de lluvia golpean las ventanas y la oscuridad parece que engrandece mi tristeza cuando pienso en vosotros.

Me gustaría estar ahí ahora mismo para acariciaros, besaros, abrazaros, Pero no sé cuándo podrá ser. Con paciencia y cumpliendo con mi deber para con nuestro amado reino, espero las órdenes diarias así como las pocas noticias que nos llegan del Norte.

Me gustaría teneros a todos a mi lado y que este frío intenso que siento en mi corazón desapareciese con la calidez del hogar.

Necesito mantener vuestro recuerdo y saber si estáis bien.
Yo os echo de menos y os quiero

Vuestra madre y esposa.

Ibelia
Baronesa de Sagunt


Ysuran


Caminaba junto al caballo de la niña, que iba a paso lento, sin soltar la rienda para evitar problemas. La niña parecía que había cogido bien la idea de montar, ahora tocaba explicarle como hacer para acelerar, parar y girar a los lados.

- Aliena, pequeña, lo estás haciendo muy bien, ahora vamos a hacer que el caballo vaya un poco más rápido, para eso tienes que agitar las riendas de arriba a abajo...cuando quieras que pare o reduzca su velocidad tienes que tirar de las riendas hacia tí.

El Pellicer hizo los gestos para que la pequeña los entiendese, justo cuando nana Flor se acercó con una carta, no le hizo falta leer para reconocer la letra de su esposa y su lacre, la tomó entre sus manos y la leyó mientras sujetaba las riendas.

- Aliena, es una carta de mamá, dice que nos echa de menos, ¿Te gustaría que le escribamos una carta después de montar?

Ysuran quedó esperando la respuesta de la niña que los miraba a todos desde lo alto del caballo.

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Alienaa


Disfrutaba aprendiendo subida al lomo del caballo. Veía que fácilmente dominaba al animal y quería avanzar en el temario. Ya soñaba en ir volando encima del equino aventurándose en las entrañas del bosque y descubriendo paisajes maravillosos. Cuando la voz de Nana Flor interrumpió la clase.


Aliena, al igual que su padre, reconoció el sello que pertenecía a la familia y exclamó -¡Es mamá, es mamá! - Y su padre, pausando la actividad, la recogió y se dispuso a leerla.


- Aliena, es una carta de mamá, dice que nos echa de menos, ¿Te gustaría que le escribamos una carta después de montar?


-¡Sí! - Exclamó contenta la niña - Hay que decirle lo mucho que también le queremos y le extrañamos... ¡y que me estás enseñando a montar!
La niña estaba muy contenta de haber recibido noticias de su madre.

Seguidamente Nana Flor se retiró junto con la carta, quién Ysuran ordenó que la guardara en su oficina para, posteriormente, escribirle una respuesta junto con su hija.
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