Aquella noche no era una noche como las demás. El viento de escarcha que hacía temblar las calles, la nieve que tendía sobre el prado sus lienzos agujereados de charcas, las luces titilantes de algunas viviendas: Todo eso sí parecía normal, sin embargo, bien claro se veía que no era una noche como las demás. Porque en su albor silencioso había una íntima tensión, anunciando quien sabe que tremendo y dulcísimo fenómeno.
Decidida a que sería una ocasión perfecta para desarrollar su plan, salía en dirección a la plaza, arrastrando tras de sí un morral de cuero de tamaño casi irreal, y una criatura que luego escondería en el mismo, debajo del ala de su brazo izquierdo.
Llevaba una saya de blancura extrema, hasta los tobillos y de mangas largas, sobre ella, un brial forrado de piel de conejo. Acababa aquel atuendo, un tocado de plumas y una máscara, que de tan blanca parecía reflejar la luz. Su cabello caía en bucles improvisados en sus hombros.
En la plaza, fogatas ya habían sido encendidas y la gente comenzaba a acercarse a su calor. Un murmullo alegre inundaba el lugar, haciendo de todo el conjunto una imagen irresistible.
Se acercó sigilosa, aunque indubitablemente por su apariencia, comenzó a llamar la atención de los presentes. Cuando los murmullos cesaron y se encontró en la atención de todos, muy segura recitó a la muchedumbre
Los Dioses son testigos de las penurias que su pueblo ha pasado Hizo una pausa para mirar a su alrededor, de forma dramática
y también son testigos de que su villa se encuentra colmada de almas bondadosas, justas y piadosas que trabajan arduamente, y que están dispuestas a cuidarse las unas a las otras generosamente. continuó relatando con gestos exagerados, como si de una obra se tratase -
Y , agradecidos por su desinterés, me envían a mí , la ninfa hija de Hipseo, Rey de los lápitas y de Clidánope desde lejanas tierras donde, junto a un abismo y a las sagradas fuentes, nace el rio Peneo, en su nombre, en el nombre de Los Dioses, para entregarles en gratitud por sus bastas virtudes, ofrendas en recompensa .
Solo entonces notó que los presentes miraban hacia todos lados, hasta que las miradas coincidieron con aquel gran saco abierto, que a tiempos extrañamente parecía cobrar vida y moverse.
La ninfa cogió del saco una lista y dijo a viva voz .
Ilustre Señora Aleida Borja Berasategui, y Señor Arturo Cascos ¡Los Dioses honran sus buenas obras! Por favor, acérquense para que pueda darles sus ofrendas
Diciendo esto esperó que ambos ocurrieran.
Para la bella dama, musa de poemas de inverosímil belleza, - Hizo una pausa mientras sonreía a la joven -
Los Dioses entregan una diadema, no una cualquiera
Se interrumpió para entregar el presente
De oro muy fino. Tendría que ser buen experto el que conociera la diversidad de piedras preciosas que en ella llevaba, nadie lo podría hacer. Puesto que las piedras que dicha diadema tenía engastadas valían muchísimo: había zafiros, rubíes, topacios, e incontables esmeraldas.
Los Dioses opinan que este regalo hará que recuerdes, que de entre todas las nobles, eres quien más inteligencia y gracia posee. Y que no solo la belleza se encuentra en lo físico, sino en las doctrinas y lo que en la cabeza se encuentre. Y quien hable en contra del designio de Los Dioses, será preso de su disgusto. Aunque a la ninfa le hubiera gustado dedicar más tiempo a cada uno de los presentes, el tiempo apremiaba, sonriendo ampliamente pasó la mirada a la siguiente persona.
¿Soys Arturo Cascos? Le inquirió como si no lo supiera. Volteo hacia el saco, de donde un sonido extraño ya empezaba a cobrar más volumen. El saco se movía ondulante, lo que a la ninfa le causo una carcajada.
Vueso regalo causóme problemas, mas he sido capaz de manexarlo Dijo en aire misterioso, mientras se dirigía a la creatura que ya asomaba por el saco.
Blanco como la nieve, y de cuatro patas, el cachorro alopekis se dejó sujetar por la ninfa , meneando su cola alegremente. Entusiasmada por deshacerse de la bestia, entregó el cuidado inmediato a Arturo.
Si cuidáis bien del animal, aqueste pueda ayudaros a arrear el ganado e cuidar de vuesas vacas La ninfa miró el pelo del animal, que por su blancura era ideal para la ganadería; podía distinguirse aún en la oscuridad de la noche. Todo contrario a un perro de caza, que debía ser de pelaje oscuro para poder camuflarse mejor.
Dio también a Arturo un collar ancho de resistente cuero con piezas de metal como espinillas a su alrededor. Mirando el inusual entusiasmo del mismo, obvio la verdad de que este serviría para evitar que lobos lastimaran al pequeño perro con sus fauces, práctica ampliamente conocida por todos los campesinos. Opto por simplemente decirle
Aquesto servirá de proteción para el animal, cuando ya no le quede, deberíaias conseguir uno más grande ¿Estáis conforme? La ninfa, quizá por la corta estatura de Arturo, sintió la necesidad de revolverle el cabello, como si de un niño se tratase, en un gesto maternal.
Volvió la vista a la lista de nombres.
Ilustre Archibaldo de Ferrol dijo con un gran fardo atado con cuerdas en la mano. Cortó con una navaja las ligaduras de un costado y extendió un puñado de láminas de extraño material que crujía al manejarse.
"Esto es papel" Musitó mientras tomaba una pluma de tonalidades doradas, y después de ofrecérsela a Archibaldo continuó
" El mismísimo Apolo, mi amante, tomó de la cola de uno de sus Grifos estas plumas doradas: Calentó la arena del desierto de Faetón al rojo vivo, sumergió en ella el cañón de las plumas hasta que el extremo de ellas se volvió duro y resistente, y finalmente, con el cuchillo con el que venció a Marsias cortó el extremo al sesgo y formó la punta. Los Grifos son ocho veces más grandes y fuerte que los leones, así piensan de vos Los Dioses. La diplomacia es el arma más poderosa que posees, continua utilizándola para bien.
Dejó los presentes al muchacho y continuó con la lista
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