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Al contemplar la alargada sombra de su jumento sobre el camino polvoriento que une Montesa con Xátiva exclamó: "¡Se nos façe tarde, aprendiz, démonos prisa o nos esperará una larga cara vestida d'alcalde!" El hombre que avivaba el paso de su borrico, no era otro que Don Miguel Cantarero, hombre ya entrado en los sesenta, de melena larga y blanca, rostro delgado y nariz aguileña. Acompañándole iba un joven que no llegaba a los 20 y que llevaba un sinfín de pergaminos enrollados debajo del brazo y bajo el constructor, un asno que soportaba en las alforjas muchas libras de herramientas y ninguna de dinero.

[RP] Construcción de la muralla de Xátiva

Don_miguel_cantarero


Al contemplar la alargada sombra de su jumento sobre el camino polvoriento que une Montesa con Xátiva exclamó:

"¡Se nos façe tarde, aprendiz, démonos prisa o nos esperará una larga cara vestida d'alcalde!"

El hombre que avivaba el paso de su borrico, no era otro que Don Miguel Cantarero, hombre ya entrado en los sesenta, de melena larga y blanca, rostro delgado y nariz aguileña. Acompañándole iba un joven que no llegaba a los 20 y que llevaba un sinfín de pergaminos enrollados debajo del brazo y bajo el constructor, un asno que soportaba en las alforjas muchas libras de herramientas y ninguna de dinero.

Poco le importaba a Don Miguel que su aprendiz se estuviera quedándo sin fuelle en aquella marcha, lo importante era empezar el trabajo cuanto antes.

Una vez hubo entrado en los arrabales de la villa, miró analíticamente cada edificación, sonriendo con desdén ante los edificios que se encontraban en mal estado. Finalmente llegó al ayuntamiento, cuya construcción admiró durante un momento, antes de murmurar soluciones a problemas que tenía la fachada.

Tan pronto se acercó un guardia al burro, dijo tan alto como pudo, con su bronca voz característica:

"Deçidle al alcalde d'aquesta villa que llegó Don Miguel, el constructor que esperaba para façer la muralla"-e hizo un gesto para que el guardia lo desmontara del pollino-.

Ya en el suelo, sacó un bastón de madera blanca y se apoyó sobre él. Intentó erguirse lo más que pudo para que el alcalde viera las coloridas telas de Gante que lucía y los broches bañados en oro que colgaban de estas.

De fondo se escuchaba el paso apresurado de su aprendiz entrando en la plaza con gran ruido. Don Miguel dudaba si aguantar impasible su ortopédica pose hasta que llegara el alcalde o emprenderla a bastonazos con su aprendiz. Justo en ese momento...
Ilionm


El sol a unto estaba de desaparecer por el horizonte al que daba la ventana del despacho del Alcalde. Parecía claro que aquel asunto debería de esperar. "Me aseguró ca sería puntual" pensó Ilionm "Sólo espero ca non l'haya acaeiçido mal alguno; non sería tal buen augurio para las obras..."

Justo en ese momento la puerta de la sala se abrió y por el hueco dejado apareció la cabeza de uno de los guardias de la ciudad:

-Senyora Alcalde, iam ha llegado. Le aguarda abaxo.

El Bracaleone no se hizo esperar, ya bastante había esperado él. Tomó la capa y se la echó sobre los hombros; era sabido por todo que con los fríos serranos preinvernales no se había de jugar.

Bajó las escaleras de caracol y al salir afuera observó una figura algo más consumida de lo que se esperaba, encorvada sobre un bastón y encanecida. Sin duda alguna, al menos, contaba con aspecto de sabio. Aunque al Doria no le gustaba de prejuzgar ni virtudes ni defectos "Sólo espero ca los muros que levante sean más reçios de lo q'el pareçe" pensó revisando la silueta de aquel hombre.

-¡Sed bienvenidos a la Real Villa de Xátiva! -dijo en seguida-. Muchas y muy buenas palabras he oído de Vos Maese Miguel, et espero ca no fueran falsas. Deçidme, ¿habéis tenido buen viaxe hasta aquí? -y mirando de reojo el borrico, añadió- Veo al menos ca ayuda habéis tenido para llegar hasta lo alto d'este peñasco. Pero pasad; pasad. Corren iam severos fríos que non perdonan a nadie - y con la mano hizo un gesto señalando hacia el Ayuntamiento, suya fachada se alzaba sobre ellos, en invitación a entrar-. De seguro muchas cosas habemos de hablar aún et poco es el tiempo que tenemos.

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Don_miguel_cantarero


-¡Sed bienvenidos a la Real Villa de Xátiva! -dijo en seguida-. Muchas y muy buenas palabras he oído de Vos Maese Miguel, et espero ca no fueran falsas. Deçidme, ¿habéis tenido buen viaxe hasta aquí?

El constructor hizo una gran reverencia al alcalde, no se sabe si por hondo respeto o por dificultad para recuperar la verticalidad."Cuarenta jornadas de viaxe desde Gibraltar hasta aquesta villa, rodeando el Reyno moro e evitando a los bandidos que pueblan los caminos"-dijo el anciano con gran teatralidad. Mientras esto enunciaba, llegaba su aprendiz sin aliento. El chico agarró al burro de la brida, no para impedir que el animal escapase, sino para evitar caer derrengado.

Ilionm miró de reojo el borrico, añadió- Veo al menos ca ayuda habéis tenido para llegar hasta lo alto d'este peñasco. Pero pasad; pasad. Corren iam severos fríos que non perdonan a nadie - y con la mano hizo un gesto señalando hacia el Ayuntamiento, suya fachada se alzaba sobre ellos, en invitación a entrar-. De seguro muchas cosas habemos de hablar aún et poco es el tiempo que tenemos.

El anciano asintió e hizo un gesto a su aprendiz para que pasara dentro del edificio. Mientras pasaban por el amplio vestíbulo y los pasillos el constructor iba haciendo cálculos mentales del mobiliario y objetos lujosos que jalonaban su paso. Viendo esto, pensó: "Aquí sí me pagarán bien, non pareçce un ayuntamiento en quiebra"

Al llegar a un gran despacho cubierto de mapas de la villa, Don Miguel presa de la premura, que gobernaba su vida, dijo: "Deçidme, alcalde, ¿De dó sacaréis la cal para la argamasa? ¿De dó los maderos para façer las grúas e andamiaje? ¿E de dó las piedras para la muralla?- y haciendo una pequeña pausa añadió con su peculiar voz bronca- "¿E cuántos dineros tendréis a bien pagarme? Non es por presumir, pero su maiestad, Juan II, pagóme 30 escudos la iornada, 300 por el buen trabaxo e 500 más por ver acabada su muralla en el plazo convenido"
Ilionm


-Los Nazaríes son iam poca o ninguna amenasça; tengo entendido. El Altíssimo proveerá para c'assí sea -hizo una pausa y continuó-. Mas ello no quita ca debáis estar cansado. Resolvamos loq ue nos ocupa pronto para que podáis descansar. He mandado apanyaros una habitaçión en la taberna muniçipal -dijo señalando la estructura citada, apenas algo más alejada que el propio Ayuntamiento-, gastos pagados, mientras dure vuesa estançia.

Entraron en el despacho el Maese experimentó un repentino advenimiento de interrogantes, que el Bracaleone se apresuró a responder tan pronto como pudo, peor con el mayor de los sosiegos.

-Deçidme, alcalde, ¿De dó sacaréis la cal para la argamasa? ¿De dó los maderos para façer las grúas e andamiaje? ¿E de dó las piedras para la muralla?- aquí hizo una pausa; Ilionm pensó que para aclarar un poco la garganta; pero no fue así ya que su voz continuo siendo tan áspera como antes- ¿E cuántos dineros tendréis a bien pagarme? Non es por presumir, pero su maiestad, Juan II, pagóme 30 escudos la iornada, 300 por el buen trabaxo e 500 más por ver acabada su muralla en el plazo convenido.

Haciendo su característico gesto, trató de tranquilizar al afamado ingeniero.
-Maese, non habéis de preocuparos por tales cuestiones; todo menester estará resuelto según vuestras exigençias. Todos los bienes los podrá l'Alcaldía, también los pagos en dineros. Vuesa merced recibirá dignos honorarios de su trabaxo conforme sea demostrada la aptitud y la calidad en las obras; et non dudéis, ca aunque non seamos aquí reyes: bien pagamos. Los salarios serán los siguientes: para vos como arquitecto e ingeniero se os dará 26 escudos por xornada, más otros 120 cuando la obra esté concluida, et se os proporçionará alojamiento y comida; los capataçes reçibirán 21 escudos y 30 denarios por xornada, los operarios comunes 18 escudos; 6 escudos y 40 denarios los aprendiçes; et 19 escudos y 70 denarios los trabaxadores e artesanos espeçializados. Non se pagará si la obra es mala. Si el muro se agrieta, çede el terreno o hay derrumbes. Aunque por vuestra reputada fama, de seguro ca non ocurre nada d'eso - hizo una pausa y añadió como conclusión final, no porque el arquitecto le resultara prepotente, pero sí para matizar su tono- Esto es, Maese Miguel, una Villa Real de Valènçia, et aquí nuestra Reyna es Doña Victoria, primera de su nombre, et non os quepa duda alguna de ca mayor gloria et honor es trabaxar en qualquiera de sus villas quam para un rey Castellano -no puedo evitar el Bracaleone que surgiese ese enigmático sentimiento de desconfianza y recelo a los vecinos hispanos-.

Acercándose a una mesilla próxima, de madera de roble barnizada en tono rojizo y ricamente tallada en sus patas, tomó una botella de cristal traslúcido y vertió parte de su contenido en dos copas. ofreció una al Maese, y de la otra bebió el mismo para aclararse la garganta.

-Volviendo a los materiales... Si aceptáis el contrato, os entregaré liçencia para que gestiones todo Vos con plena autoridad sobre todo quanto conçierna a las obras. Vos gestionaréis también la explotación de cal de la cantera próxima -señaló por una ventana hacia el este-, et reçibiréis consentimiento para explotar los bosques circundantes.

Esperó a que Don Miguel meditase su respuesta.
-¿Y bien?




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Don_miguel_cantarero


-Maese, non habéis de preocuparos por tales cuestiones; todo menester estará resuelto según vuestras exigençias. Todos los bienes los podrá l'Alcaldía, también los pagos en dineros. Vuesa merced recibirá dignos honorarios de su trabaxo conforme sea demostrada la aptitud y la calidad en las obras; et non dudéis, ca aunque non seamos aquí reyes: bien pagamos. Los salarios serán los siguientes: para vos como arquitecto e ingeniero se os dará 26 escudos por xornada, más otros 120 cuando la obra esté concluida, et se os proporçionará alojamiento y comida; los capataçes reçibirán 21 escudos y 30 denarios por xornada, los operarios comunes 18 escudos; 6 escudos y 40 denarios los aprendiçes; et 19 escudos y 70 denarios los trabaxadores e artesanos espeçializados. Non se pagará si la obra es mala. Si el muro se agrieta, çede el terreno o hay derrumbes. Aunque por vuestra reputada fama, de seguro ca non ocurre nada d'eso - hizo una pausa, que fue aprovechada por el ingeniero para decir muy orgulloso: "Tened a buen seguro que nada d'eso ocurrirá".

El alcalde añadió como conclusión final, no porque el arquitecto le resultara prepotente, pero sí para matizar su tono- Esto es, Maese Miguel, una Villa Real de Valènçia, et aquí nuestra Reyna es Doña Victoria, primera de su nombre, et non os quepa duda alguna de ca mayor gloria et honor es trabaxar en qualquiera de sus villas quam para un rey Castellano -no puedo evitar el Bracaleone que surgiese ese enigmático sentimiento de desconfianza y recelo a los vecinos hispanos-.

"Non tengo espeçial preferençias a la hora de con quién trabaxar, exçelentísimo senyor, si non solo si puede pagarme"- Un brillo afloró en sus ojos al hablar de la paga.-" E vos podéis"-dijo sonriendo y dejando ver una fila de dientes que el tiempo había amarilleado.

Acercándose a una mesilla próxima, de madera de roble barnizada en tono rojizo y ricamente tallada en sus patas, tomó una botella de cristal traslúcido y vertió parte de su contenido en dos copas. ofreció una al Maese, y de la otra bebió el mismo para aclararse la garganta.

Don Miguel cogió la copa con la mano que le quedaba libre (con la otra se apoyaba sobre el bastón), vio el líquido translúcido y volvió a dejarla sobre la mesa.

"Espero que vuesa merçed non se ofenda, mas non bebo otra cosa que non sea vino espeçiado... recomendación médica"-mintió. El aprendiz, que permanecía en la puerta en silencio miraba con gula aquel vaso de licor que su maestro despreciaba.

-Volviendo a los materiales... Si aceptáis el contrato, os entregaré liçencia para que gestiones todo Vos con plena autoridad sobre todo quanto conçierna a las obras. Vos gestionaréis también la explotación de cal de la cantera próxima -señaló por una ventana hacia el este-, et reçibiréis consentimiento para explotar los bosques circundantes.

El ingeniero meditó unos breves segundo su respuesta. Aunque el contrato le parecía justo, tenía que parecer dubitativo, pensó, para "qu'el alcalde viese que su trato era muy ajustado a la fama del ingeniero".

-¿Y bien? -dijo el alcalde.

"Aceptaré las condiciones que deçís, mas debéis saber que tengo la diligente costumbre de trabaxar a todas horas, consideradlo, por si fuese un problema"- aseveró Don Miguel.

Dio un chasquido con sus huesudos dedos y su aprendiz le dio una pluma, que el ingeniero mojó en el tintero del despacho y rubricó, con una estilizada firma, el contrato.

"Habéis contratado al mexor constructor de murallas de toda la península, Senyor. Tened por seguro que las futuras generaçiones mirarán a Xàtiva con estupor por la Ciclópea muralla que corona su belleza".-Extendió el brazo hacia Ilionm, dejando ver que su cuerpo menudo no llenaba las anchas mangas de su traje.

Una vez dio la mano al alcalde, abandonó presto la estancia para ir a su nueva residencia en la taberna municipal.
Don_miguel_cantarero


De repente, los esfuerzos de los peones fueron infructuosos, llegados a las dos varas de profundidad la tierra estaba demasiado dura para ser extraída a paladas. Los operarios comenzaron entonces a utilizar el pico. Los golpes que daban contra el suelo producían eco en la zanja.

"¡Cavad por igual, quiero que sea de tres brazas de anxo!"-gritaba Don Miguel mientras comía unas gachas que le habían hecho en la taberna- "esto es repugnante"- musitaba mientras miraba el plato (aunque no dejaba de comerlo).

"¿E dó está el capataz de la grúa?"-gritaba con la boca llena de comida a su aprendiz, mientras este recibía una lluvia de gachas.

"Non lo sé"-dijo el muchacho a punto de echarse a llorar.

Una voz se dejó escuchar entre el resonar de las herramientas: "Estoy aquí Maese Miguel, e la grúa está lista, solo que non pienso que faga falta el molinete".

"¿Así que... pensáis que non fará falta el molinete?"-dijo con sarcasmo el ingeniero- "Recordadme una cosa, Amancio, ¿Os pago por pensar o por façer lo c'os digo?"- hizo una pausa y agregó-" Medita tu respuesta"-dijo el anciano sin quitar la vista de una hoguera que había mandado hacer.

El capataz suspiró- "Por façer lo que me deçís"-declaró Amancio pausadamente con resignación.

"¿Ves? Eres lerdo pero obediente."-dijo el anciano palmeándole el hombro.

"¡Maese Miguel, hemos llegado a la piedra!"- gritó uno de los peones-.

"Bien, bien..."-dijo con voz ronca Miguel y añadió para sí mismo.- "Quiera el Altísimo qu'esta vez todo vaya bien".

Así continuaban las obras mientras el anciano terminaba sus gachas frente al fuego.
Ilionm


El Doria estaba emocionado; por fin sus añorados deseos empezaban a materializarse dejando de ser un vago sueño en el incierto horizonte. A bien tuvo no perder detalle de cuanto ocurriese al respecto. Así decidió visitar desde el primer momento las obras, de forma diaria y vigilante, inspeccionando con cuidado que todo se estaba haciendo conforme a sus directrices: que los obreros cumplían con los diseños de Don Miguel, y que éste no se excedía en sus represalias a los torpes o descuidados. El Bracaleone aspiraba a un trabajo pulcro; pero demasiado había leído de los déspotas antiguos y de cómo éstos trataban a sus esclavos: "¡Non aquesto jamás sea como aquello!" pensaba para sí mientras se acercaba a la zanja que se estaba excavando para albergar los cimientos de la ruda muralla.

Ya a lo lejos se oía gruñir y despotricar a quien no podía ser otro que el afamado constructor

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Don Miguel multiplicó las arrugas de su frente cuando pudo distinguir la silueta del alcalde. “Qué façe este aquí”-murmuró-. “¡Excelentísimo!¡Nos honra vuesa presençia e más en aqueste laborioso día”-enunció con gran teatralidad a una decena de metros del alcalde-.

El anciano se irguió todo lo que pudo y levantó la barbilla en su habitual pose orgullosa, viendo Don Miguel que su aprendiz no se levantaba ante el alcalde, le sacudió un bastonazo, que fue a parar a las costillas del joven.

Entre el alcalde y el ingeniero había una senda marcada por las ruedas de los carros, que iban llenos de tierra y volvían cargados de maderos destinados al apuntalamiento de las zanjas.

“Excelentísimo, con gusto os mostraré los avances de la obra”- dijo el constructor nervioso porque sus esfuerzos no se veían recompensados con la perfección que se autoexigía-.Don Miguel hizo una larga reverencia cuando Ilionm se acercó, después comenzó a señalar con su albo bastón la zanja.

“Por cierto… la comida de la taberna… non digo qu’esté mala, pero entended c’un ançiano como yo debe alimentarse con carne de caza o caería enfermo. Si fuera posible… los peones estarían dispuestos a recortarse unos denarios para que su caro maestro tuviera carne en su menú, tal es la bondad d’aquestas gentes”-Los que le escucharon miraron con asombro al ingeniero pero sin atreverse a decir nada.

Don Miguel enseñó toda la obra al alcalde. Los peones picaban la roca en la zanja y extraían luego los guijarros fuera de la trinchera, dando a parar estos a los carros. También enseñaba la colocación de los maderos para que hicieran de puntales en las paredes de la zanja. Todo lo enseñaba Don Miguel andando torpemente entre los operarios, apoyándose en todo momento en su bastón.
Ilionm


La cara del arquitecto dijo mucho de la ilusión que a éste le hacía la visita del alcalde. Sin duda prefería trabajar única y exclusivamente bajo su propia presión, que era sin duda alguna mayor que cualquier otra que proviniera de fuera. O eso comentaban las habladurías del afamado ingeniero.

-Buenos días sean para Vos, Don Miguel -saludó el Bracaleone omitiendo los murmullos por lo bajo del aludido; no, sin embargo, el bastonazo que aquel acababa de atizar a su aprendiz, ante lo que el Doria frunció el ceño severamente-.

Caminando junto a Cantarero, iba observando con atención cuantas indicaciones le eran dadas. Satisfecho por los avances, asentía con una sonrisa disimulada pero sin duda presente. Llegado un momento en que parecía que la visita había acabado, el anciano atinó a decir una última cosa:

-Por cierto… la comida de la taberna… non digo qu’esté mala, pero entended c’un ançiano como yo debe alimentarse con carne de caza o caería enfermo. Si fuera posible… los peones estarían dispuestos a recortarse unos denarios para que su caro maestro tuviera carne en su menú, tal es la bondad d’aquestas gentes.

Conforme el arquitecto avanzaba en su discurso, la ceja del Doria se iba elevando más y más en una ascendencia directamente proporcional a la desfachatez del viejo. No le pilló, aún con todo, por sorpresa: grande era la fama de Don Miguel, y ésta incluía no sólo sus virtudes y méritos sino también sus defectos.

-Mi muy buen caro Maese... -paró un momento, no tanto por miedo a seguir como por la duda de cómo hacerlo para resultar sutil pero tajante. Sabía, por lo que había llegado hasta él, cómo era la mejor manera de abordar estos asuntos-. Escuchadme, ca a bien tengo deçiros lo que sigue et non tengo intençión de repetirlo: la comida será la pactada, conforme al contrato, manutençión sufiçiente et abundante et diaria, mas sin luxo exçesivo -en realidad el Bracaleone pensaba premiar al arquitecto con una buena comida en su Villa personal cada vez que hubiera un avance importante en la obra, pero era éste un dato a mantener-sensatamente callado-; el salario de los trabaxadores, et aprendiçes et capataçes será, assí mesmo, también al igual ca lo pactado -hizo una pausa de intensidad-. Ne más, ne menos -y diciendo eso miró a los allí presentes, que aunque parecían andar muy ocupados con sus labores en la obra, sin duda estaban prestando atención-. Si non os gustare, bien podéis marchar; iam contrataremos a otro arquitecto... -sabía de sobra que esto último heriría en parte el orgullo del viejo ingeniero, pero sin duda consideró conveniente darle un toque de atención a tiempo antes de que los desmadres del Cantarero fueren demasiado-.

Y diciendo esto se quedó mirando muy fijamente al maese, esperando algún signo de respuesta: aunque sólo fuera un gruñido.

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Don_miguel_cantarero


-Mi muy buen caro Maese... -paró un momento, no tanto por miedo a seguir como por la duda de cómo hacerlo para resultar sutil pero tajante. Sabía, por lo que había llegado hasta él, cómo era la mejor manera de abordar estos asuntos-. Escuchadme, ca a bien tengo deçiros lo que sigue et non tengo intençión de repetirlo: la comida será la pactada, conforme al contrato, manutençión sufiçiente et abundante et diaria, mas sin luxo exçesivo -en realidad el Bracaleone pensaba premiar al arquitecto con una buena comida en su Villa personal cada vez que hubiera un avance importante en la obra, pero era éste un dato a mantener-sensatamente callado-; el salario de los trabaxadores, et aprendiçes et capataçes será, assí mesmo, también al igual ca lo pactado -hizo una pausa de intensidad-.

El anciano notó dentro de sí como se elevaba su furia y cómo sin pretenderlo él, sus mejillas (siempre del más pálido de los colores) adquirían un color rosado casi imperceptible. A la vez, sujetaba con fuerza el bastón de madera cerrando la mano sobre éste con tal fuerza que se dejó oír el sonido crepitante de las articulaciones de sus dedos. El aprendiz que marchaba solo un par de pasos detrás de su maestro se detuvo, dejando así algo de distancia entre el bastón y sus costillas.

Ne más, ne menos
-y diciendo eso miró a los allí presentes, que aunque parecían andar muy ocupados con sus labores en la obra, sin duda estaban prestando atención-. Si non os gustare, bien podéis marchar; iam contrataremos a otro arquitecto... -sabía de sobra que esto último heriría en parte el orgullo del viejo ingeniero, pero sin duda consideró conveniente darle un toque de atención a tiempo antes de que los desmadres del Cantarero fueren demasiado-. Y diciendo esto se quedó mirando muy fijamente al maese, esperando algún signo de respuesta

El ingeniero haciendo acopio de sus rapidez de pensamiento, decidió no forzar la cuerda ante la amenaza, pero sí jugó la carta que le quedaba.

"Excelencia"-dijo muy tranquilamente- "sabed qu'en ningún momento quise faltar al contrato, qu'es bien sabido que uno tiene su palabra e poco más en esta vida"-hizo una pausa teatral y disimuló su réplica- "Temo que me llegue la hora..."-muy apenado-" e me encuentre en aquestas tierras. Si así pasara prometedme que enviaréis mis aristotélicos restos a "la ciudad de la cruz" de dó soy natural e escribiréis una carta al Rey de Castilla, quién sin duda, sí llorará mi muerte e fará grand ceremonia por mi alma."-cogió con sus huesudas manos las del alcalde y dijo con gran pena- "Tened presente que todos mirarán por el trato que se me dio en mis últimas horas, aunque no dudarán de vos pues soys hombre generoso". -hizo una mueca como de ir a llorar pero se esforzó por mantenerse sereno.
Ilionm


Por más que se esforzase el Doria en ser comedido y hombre piadoso había ciertas cosas que le sacaban de sí. Su se iba tornando, conforme avanzaban las palabras del arquitecto, en una faz sin precedentes: su ceja enarcada, bien alta, su ceño fruncido, su gesto torcido casi a más no poder... "Assí ca es un crucenyo", pocos eran los que Ilionm conocía provenientes de Caravaca de la Cruz, pero desde luego ninguno así de... insolente.

Carraspeó para recuperar la compostura. Casi le pilla, pero hoy no sería así. No iba a caer en la trampa de aquel sabio, pero granuja, hombre; resolvió con mente ágil seguirle el juego, era el Bracaleone, al fin y al cabo, varón versado en las palabras.

-Claro, claro -dijo quitándole importancia con la mano, con su tan característico gesto-. Sabía yo ca sin duda habíase de tratar de un fatal malentendido. Non cupiera en mi mente ca hombre tan afamado e docto como Vos pudiera demandar semexante quantía de cosas más propias de un tumulto de falsos ricos ca de un varón tan sabio como Vos sois. I es que ia lo dixeron los Maestros et los Profetas, ca la voluptuosidad et la gula son pecados graves et infames más propios de bestias ca de hombres... -y en este momento sus labios se tornearon en una sutil sonrisa casi imperceptible, al haber logrado tornar los papeles-. ¡Descuidad! En reparando mi error, et en queriendo dar fe de ca sois buen Aristotélico et hombre virtuoso, et non apegado a la riqueza e al luxo como otros muchos,... Et descuídeme, porque yo bien pudo ser tomado de pecador en tal sentido et por tal non hube dádome cuenta de ca me hallaba ante semexante portento de tan piíssima santidad. Como no quisiere yo ca por mi mano hombre como Vos cayera en las manos del Maligno et por mí acabara en la Luna, tal vez ofendí a Vuesa Merçed ofrençiendoos un salario... Pues de buena mano sé, ca ante todo, Vos trabaxasteis en muchos sitios para reforzar las sedes del Aristotelismo ante la heregía de Averroes en esta Península; et non tanto por los dineros, sin por pura devoción al Altíssimo. ¡Descuidad, digo! Porque yo mesmo pagaré de mis arcas vueso entierro et yo mesmo escribiré al Monarca de Castilla -y en este momento su torció rápidamente la mandíbula, tal era la falta de aprecio que sentía por los castellanos-. ¡Vixile el mundo todo de ca non corrompa yo con falsos luxos a hombre tan digno de ser emulado!

De fondo, pudo apreciar el setabense, que el aprendiz de Don Miguel estaba haciendo grandes esfuerzos por no estallar en una carcajada; como muchos otros de los allí presentes.

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Don_miguel_cantarero


A medida que el discurso de Ilionm se fue tornando más agresivo, las esperanzas de comer carne se fueron apagando en Don Miguel. Cuando el Bracaleone hubo terminado su discurso, muchos eran los peones que reían a carcajadas, Don Miguel los lanzó una mirada de odio visceral. El anciano tardó en reaccionar unos segundos, tal era el desconcierto que reinaba en él.

Después se apresuró hacia el alcalde haciendo una señal a su aprendiz para que se quedara donde estaba. Al avanzar hacia Ilionm se irguió todo lo que pudo dando una imagen bastante patética, justo lo contrario que pretendía conseguir. En el fondo Don Miguel no era consciente de su debilidad física, cosa que quedaba patente en momentos como aquel.

Una vez se encontró lo suficientemente cerca de Ilionm, murmuró a este para que nadie más se enterara: "Tenéis razón... soy un avaro e a veçes mezquino... mas os puedo asegurar que faré grand trabaxo aquí si me pagáis lo convenido. Los que me conosçen bien saben que non descanso hasta alcanzar la perfección en mis obras e que non será diferente con vos, pero sabed que non soporto la deshonra de que me humilléis d'aquesta forma delante de mis hombres e que si lo volvieseis a façer, tened por buen seguro, ¡que como hidalgo que soy non resolveré esto de otra manera que no sea con un lance d'honor!. ¡Si el Altíssimo dispone que he encontrar a la última dama a manos de un joven, cuarenta anyos menor que yo, que así sea!"- dijo el ingeniero con gran teatralidad mientras se abría la camisa para dejar ver su lampiño y pálido pecho y cerraba los ojos esperando una estocada-.

Así permaneció durante breves segundos esperando el trágico final, pero su solemnidad fue trocándose misteriosamente en sonrisa. "Sí"-pensaba divertido el constructor-"Aqueste joven me recuerda a mí façe anyos".
Don_miguel_cantarero


Despertó y vio la encorvada silueta de su maestro tililando en la pared del cuarto. El ruido de la pluma sobre la hoja le hizo entender que Don Miguel ya estaba con su rutinaria vigilia. El joven se asustaba de la fuerza que desprendía aquel marchito cuerpo. Don Miguel exprimía tinteros, rompía plumas, garabateaba folios, murmuraba, gritaba e incluso maldecía todas las madrugadas. En aquellos momentos aunque su aprendiz quisiera interrumpirle no podría, pues estaba imbuido por las musas y soñaba despierto. Su obsesión era el trabajo y nada ni nadie podría evitar que siguiese su ritual. A veces incluso gritaba cosas incoherentes.
Rodrigo recuerda que cuando se encontraban en el campamento del Duque de Medina Sidonia el sonar de los caballos y los soldados le impedían concienciar el sueño, mas no impedían que su maestro se concentrase en su trabajo.

Volviendo al presente, al anciano se asemejaba más a una bestia que a un hombre, con el pelo despeinado sobre los hombros, los movimientos bruscos y una voz cavernosa que parecía sacada del mismo infierno.Después de un rato, que al aprendiz le pareció un mundo, volvió a quedarse dormido y dejando sin testigos la locura de su maestro.
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