Ibelia.jordan
La Marquesa, dio por concluida la reunión en la torre a la que se había unido su hijo Leaford, Ricarda, Teravan y Maríeta, jóvenes y diestros guardias de su feudo, para ultimar los detalles del viaje; saldrían del puerto de Sagunt hacia Zaragoza a la mañana siguiente, serían seis en total, familiarizados con el manejo de la nave para que la travesía resultase rápida y segura y con la destreza necesaria en el manejo de las armas para una buena escolta en tierra firme, no sabia que iba a encontrarse en aquel incierto viaje pero estaba firmemente resuelta a hacer lo que fuera por recuperar a una de sus hijas.
Se harían acompañar del rapazuelo que a base de buena comida y vino aguado, contaba ya con pelos y señales la ubicación del lugar donde la monja aquella le diera el recado para los marqueses.
Quería pasar aquella última tarde al lado de su enfermo esposo, tenía la sensación extraña que quizá fuese la última vez; que todo lo que había sido y lo que habían vivido ya nunca volvería a repetirse, salvo como sombra nostálgica del pasado, La dama sentía que su vida estaba cambiando que la distancia era un abismo infinito y que todo esfuerzo era vano, el Altísimo tendría para ella otros caminos trazados y era ya tiempo de ponerse en marcha, si quería encontrarlos, porque dejarse morir seria un pecado.
Como si nada ocurriese subió a los aposentos y se acomodó en el sillón que tenía dispuesto al lado del lecho del padre de sus hijos, desde el cual, vigilaba noche tras noche, sus fiebres y delirios con la esperanza, hasta aquel momento, de que sanara de su mal.
Besó su frente, no sintió el calor abrasador de hacía unas horas, parecía que el rostro se había serenado de su tormento y la calentura remitía.
-Parece ser que las noticias te han alegrado como a mi. Se te ve mejorado. Ya verás como, muy pronto, todo será como antes. Toda la familia reunida de nuevo; haremos una fiesta. ¿Te parece? bueno sera algo sencillo que se que no es de tu gusto tales eventos.
La ampliación de las bodegas ya esta terminada, deberías ir a supervisarla en cuanto tengas ocasión. mientras estemos fuera te quedas al mando de todo que te ayude Abelardo.
La marquesa volvía a su irreal dialogo con el ausente Ysuran. Y así continuó como si su cháchara interesase lo más mínimo al enfermo, hasta que el sueño cerro sus ojos.
A la mañana siguiente antes de que el sol despuntase por el horizonte ya estaba todo preparado para partir; al galope se alejaron del Castillo morada de los Pellicer i Jordan.
Sin echar la vista atrás Ibelia dejó de pensar en preocupaciones personales y centro todos sus esfuerzos en la nueva misión salvar a Aliena a de aquello que la retenía, fuera lo que fuese y costase lo que costase.
Embarcaron en el puerto de Sagunt y pronto la costa y con ella sus cabilaciones; se alejó de su vista.
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