Anochecía por aquel entonces y los dos portaban sus ofrendas en las manos. El escocés se fijó en los presentes agradeciendo su presencia con una inclinación de cabeza. No conocía a algunos de ellos, pero a otros sí, ya fuera por temas laborales o por amistad o por asuntos algo más turbios, causantes del viaje del de Caithness hacia las tierras del sur. Lo cierto es que había sido rara la evolución que había tenido su relación en tan sólo un año, sin duda alguna, los Dioses habían intervenido para que aquella relación de odio pasara al extremo opuesto. Desde aquel día en el que le cedió su propia vida a Carrie, algo se calmó en su interior, como si un fuego que llevaba cien años encendidos, se apagara al instante. Eso apaciguó el espíritu del escocés y pudo, por fin, dormir tranquilo.
De entre aquellos pensamientos surgió la voz de Macman, sacerdote y oficiante de la ceremonia. Su aparición fue espectacular. No se fijó en Macman sino en el cayado, que brillaba. Sin embargo cuando se apagó el cayado, el escocés se tensó. Sentía como los Dioses empezaban a fijar la mirada en ellos, y luego... las explosiones. El viento que se levantó a continuación hizo que las llamas cogieran más cuerpo. Sin duda alguna los Dioses daban muestras de su presencia, el de Caithness miraba con asombro y se maravillaba con el poder que los Dioses albergaban. ¡Y aquel cuerno! Sin duda alguna contenedor de algún liquido procedente del ¡Lugnasad! Macman, manejaba aquellos instrumentos con una soltura que cualquiera envidiaría. Galbart consideraba a Macman y a su hermanastro Levan, como un regalo de los Dioses, ¿cómo era explicable, si no, que en aquel Reino gobernado por aristócratas adoradores de un falso Dios, vivieran aquellas dos personas? No tardaron, tanto él como Carrie, en tejer una amistad que sin duda alguna les daría fuerzas a todos para seguir adelante en aquel Reino.
-Oh Dioses, dadores de vida y sabiduría, de coraje y honor, que nos observan desde la calma de los bosques, que nos acarician con la suavidad de las brisas, y nos susurraran desde la calma de los arroyos y cobijan con el calor de las llamas, consagren este lugar para que su magia pueda fluir libremente.[i]
Los estaba llamando y ellos acudirían sin dudarlo, ¿cuándo habría sido la última vez que habían presenciado una ceremonia de tales dimensiones?
-Que esta pura agua sagrada, investida con la magia de perennes ninfas que antaño habitaban estos bosques, purifique a los tres elementos restantes que yacerán en el interior de circulo que tas estas palabras se cierra. -Dentro de los confines del interior del aro de agua sagrada, encontraran protección. Esta sera su escudo y los protegerá mientras funden sus espíritus en uno solo. Así como los mares son eternos en su completa infinidad, El agua aquí presente nos recordara la inmortalidad del espíritu. La fértil tierra que sostiene nuestros pies, herencia de nuestros ancestros que hoy habitan en ella, recordara al pasado, y el intenso lazo que nos une a nuestros ancestros. El aire, tan fugaz y cambiante, evocara al presente, al momento único en que nos encontramos y que nunca volverá. Y el fuego, regalo que los dioses otorgaron a nuestros ancestros y que nosotros legaremos con orgullo a nuestros hijos, simbolizara el futuro.Macman hablaba alto y claro para el resto de presentes. El escocés pensó que el cayado le infundía algún tipo de poder, y seguramente no se equivocaría. Sus palabras, como sus pasos, eran firmes.
Con la consagración de los cuatro elementos, observó como procedía a encender los fuegos en lo que en unos instantes habrían de hacer sus ofrendas.
-Estas llamas conservaran, en su vasta infinidad, la magia que esta noche se desprenderá de esta unión. Los dioses, en su infinita sabiduría, nos regalaron un recipiente, un recipiente en el que guardas las mas pura de las esencias del hombre, dicho recipiente hoy se conoce como fuego, pero no siempre fue como hoy lo vemos aquí. El fuego originario era débil, de llama azulada que apenas podía iluminar y era incapaz de derretir siquiera un pequeño copo de nieve. Hoy, quienes con alegría aquí se unirán con los dioses de testigo, fundirán sus espíritus dentro de la vasta inmensidad de las llamas, después de esta noche, toda hoguera arderá con mas vigor y brillara con mas pureza.El espíritu de nuestro pueblo yace en el fuego, tan fuerte y brillante que basta con una simple vela para cortar con la mas espesa y negra oscuridad y con una simple fogata para detener al mas crudo invierno.Esas mismas palabras hicieron que la sangre del escocés se calentara al tiempo que recordaba la historia de sus antepasados: su padre Evan de Wick, y el padre de este Galbart de Wick y a la vez de su padre Patreck el conquistador de Caithness junto con Osmund, su hermano, y el abuelo de estos, Rolf que explicaba sin duda como su familia provenía del norte de un lugar llamado Escandinavia. Tenía un pasado glorioso y debía ser igual de glorioso su futuro, no cabría esperar menos de un hijo del norte.
El ritual de consagración ha concluido, los dioses y los ancestros ya están entre nosotros. Invito a los novios a ingresar al circulo.Su sangre aún hervía, pero sonreía. Los Dioses estaban con ellos, sería una noche inolvidable. Agarrando con firmeza su jarra de ofrendas entró en el círculo al mismo tiempo que Carrie. Se acercó a su fuego y vertió en él el contenido de la jarra. El vino toco las llamas y estas respondieron. Los Dioses beberían con ellos aquella noche.
Que los Dioses beban y brinden por nosotros. Que guarden nuestras almas y que nos sean prósperos en los tiempos inciertos que están por venir.- Dijo, miró a Macman y después se situó junto a Carrie. Ella tenía el aspecto de la mismísima Brigit, Diosa del fuego. Su pelo, en contraste con su precioso vestido blanco, parecía más rojo y la noche que caía la rodeaban en un aura de divinidad. En aquel mismo instante, dudó de que la historia de Carrie fuese verdadera, y se planteó seriamente si Brigit no se habría personificado en su madre para dar a luz a su hija. Pero no era el momento de ponerse a teorizar sobre aquello. Lo único que le importaba en aquellos instantes era unir su alma con la de ella. Sonrió. Macman parecía que iba a empezar a hablar.
Sí, sería una unión que perduraría por el resto de la eternidad.