Galbart
La capa ondeaba con el viento que se había levantado desde el sureste. Galbart se encontraba en un acantilado observando el mar mediterráneo. Estaba apoyado sobre una piedra con una pierna formando un ángulo recto y la otra estirada, su espada descansaba, colgada en su cintura, a si izquierda. El escocés divagaba y pensaba en mil y una cosas mientras el viento lo golpeaba a él y las olas la tierra sobre la que se apoyaba. El olor del mar y el rugir de las olas parecía que lo transportaba a otro mundo, un mundo en el que él había estado y del que había sido, de una manera u otra, despojado. A lo lejos observó como un pájaro planeaba cera del agua, muy cerca, peligrosamente cerca, hasta que cayó al agua. El escocés dio un respingo cuando vio que el mar se tragaba a aquella criatura. Sin embargo, un instante después el pájaro volvió a alzar el vuelo. El escocés quedó maravillado, ¿cómo era posible? Pensó en el plumaje del pájaro como si fuera la ropa de una persona y en como costaba salir del agua cuando caías al agua con ropa. Por más que pensó en alguna posibilidad no se le ocurrió alguna lo suficientemente razonable como decir que tenía que volar porque era su destino. Con aquel razonamiento se conformó el de Caithness que decidió volver.
En el camino de regreso se concentró en el camino y nada más, trató de dejar la mente en blanco, pero aquel día era difícil porque a unas treinta varas de distancia advirtió a un anciano que estaba sentado en un tocón y apoyado en su bastón. Incluso a lo lejos, el anciano miró en dirección a Galbart. El escocés siguió caminando y llegando a su altura el anciano dijo:
- Si lo que quieres es riqueza, en mi no encontrarás mas que pobreza. Estos trapos con los que me cubro y esta vara es lo único que me queda, supongo que para mi es un tesoro, pero pa...
- Basta.- Le espetó el de Caithness.- No voy a robarte ni a hacerte daño.- Dijo en un tono más amable. Se fijó en él más detenidamente y observó que llevaba una bolsita de tela colgada al cinturón, estaba bien camuflada porque era del mismo color que los pantalones. Pero lo más significativo eran sus ojos, blancos como la leche.- ¿Qué trae por estos lares a un ciego anciano?- Quiso saber el de Caithness.
- Hmm, extranjero sí... Debes ser ese escocés del que hablan por ahí, el Senescal, ¿me equivoco? Aaah, pero no quiero eludir tu pregunta, no, no... Vengo aquí casi todas las tardes a sentarme en este tronco, ¿sabes? Tiene su historia si tienes tiempo para ella, claro, vivimos tiempos agitados y confusos y bueno, un hombre como usted estará ocupado.- Dijo esto último con un tono arrogante mientras una sonrisa se le dibujó en el rostro. Era increíble que conservara todos los dientes. El de Caithness valoró la oferta, estaba claro que aquel anciano quería hablar. Pero el de Caithness intuyó algo más en el tono de voz de aquel hombre al hablar de aquel árbol.
- Puede ser una historia interesante, sin duda. Sin embargo algo me dice que puede ser muy aburrida o ser muy interesante.- Dijo el escocés y ahora fue él el interrumpido.
- Mire, señor- dijo con tono serio- tengo cerca de ochenta veranos y he visto y oído muchas cosas y creo que es una buena idea compartir todo lo que sé, bueno, lo que he visto y vivido, antes de que el Altísimo me lleve. Es evidente que vos no queréis saber con quién cortejaba de joven o no, ¡que el demonio me lleve si yo mismo quiero vivir esas historias!- dijo algo más relajado.- No hombre, cuando llegues a una edad entenderás por qué tengo ganas de compartir vivencias, cuando tengas mi edad, si es que no te matan antes- sonrió- lo comprenderás, sí. Ahora, qué me dices, ¿acompañarás a este viejo y escucharás una de sus historias?- A Galbart le gustó su descaro y asintió, luego fue consciente de que él no le podía ver.
- Claro señor, pero será mejor que nos vayamos a una taberna... con una cerveza y algo de comer creo que nos irá mejor.- Dijo el escocés.
-Aah, me alegra oírte. Sí, vayamos, conozco un lugar... a propósito, ¿has oído hablar de los strigoi?
_________________