Enriique
Matrimonio Real. Septiembre MCDLXV
Los veraniegos días de agosto estábanse tornando más calientes de lo normal, y aquello empeoraba un poco más la salud del chambelán real; eran muchos los que se extrañaban de no verle tan asiduamente por los pasillos del Real Alcázar, pero hubose internado en el Castillo de Cifuentes hasta que su estado de ánimo y salud mejoró un poco más. Más, ahora, los deberes cortesanos le llamaban nuevamente al deber. Era así como regresaba a Toledo, revestido de una templada serenidad, apoyándose en aquel bastón -regalo de la Reina- que le aportaba aires más recios... Pero, por dentro, estaba hecho un mar de vicisitudes.
Con la ayuda de algunos pajes abrió de par en par las ventanas del salón donde, todo listo, se llevaría a cabo el Matrimonio de la Reina Lluvia con el Capitán Daniel Muntadas; sin duda alguna aquella noticia le cayó de mucha sorpresa, pero él solamente se mantenía obediente y silencioso. Ondeaban regios los estandartes de Castilla y León, se respiraba la alegría de un acontecimiento importante, la algarabía se estaba despertando por entre los pasillos y sus habitantes. Toledo, nuevamente, volvería a ser fiel testigo de un acto social de alta categoría: la reina se casaría nuevamente.
Enrique Legrat, con una mirada frívola y calculadora, apostaba a porque todo saliese perfectamente; puesto que para muchos era una boda más, para él se trataba de la boda de quien siempre estuvo a su lado.
Pronto, en un sosegado acto, las puertas de la Catedral de Toledo se abrieron de par en par.
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