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Allende la época en que melancólicas reinas se debatían entre la vida, la muerte o el amor, la muy antigua y muy noble Casa de Alba vivía cambios que, sin saberlo bien, afectarían de un modo u otro a la vida de nuestra protagonista. ¡Mas no temáis, adorados lectores! Porque todo, al final, trasciende al ciclo vital.
"Aquesta casa nombrada, sita en el reino de León y de donde ésta flor de Lis proviene, padeció de las vanidades de un noble cuyo título era el de Conde, y el cual por capricho sucumbió a lujuria y emparentó con aldeana de Alba de Tormes. Y ésta casa hubo de repudiar la camada de la pobre y triste mujer, que cayó en desgracia y murió poco después; por afianzarse victorias, la noble Casa trató de eliminar todo hijo bastardo que pudiera reclamar derechos. Todos excepto a uno, el cual tuvo hijos, y cuyos hijos tuvieron otros tantos.
Éstos últimos, agazapados entre plebe, vivieron escondidos y esquivos a todo poder de alta cuna, siendo, a pesar de ello, dos muy conocidos en tierras de Alba: Hernán y Baldomero, de los Álvarez de Toledo. Coincidió entonces su fama y buen hacer con la instauración de nueva sangre en puertas del Condado, y la Reina quiso nombrar una Trastámara por señora feudal. De ésto gozaron los Álvarez, y suspicaces a cualquier otra persecución de su apellido, aprovecharon tal nombramiento para el ascenso del nombre propio: pronto Hernán fue nombrado administrador del señorío de Valdecorneja y Baldomero del condado de Alba.
Tal fue la codicia y el empeño de la rama bastarda, que queriendo hacerse con los derechos de señor feudal, conspiraron en contra de sus señores: Astaroth da Lúa y Elena de Trastámara. Y la avaricia, como todo saco roto, desvaneció en el aire la cuantía, el placer y la propia vida.
Baldomero moriría, Hernán se dio a la fuga a expensas de la cacería suscitada por el Marqués de Gondomar, y los otros dos hermanos, aún menores, hubieron de buscar refugio en tierras del sur."
Así, y con todo, muy de niña Lisena se había criado entre carencias y hambruna. El tiempo lo compartía con su hermano y dos de sus primos de raza mora, y afianzando su naturaleza curiosa y la insensatez ducha de la juventud, fue creciendo arropada por su timidez y la calidez de las tierras de Granada y Toledo.
De tez muy pálida, los labios muy rojos y brillantes, y el pelo negro como las alas de un cuervo en contraste con el rubor de sus mejillas. De por sí, aquellos detalles llamaban la atención del pueblo, pues corría la voz de que cierto Álvarez de Toledo cometiera regicidio y que, por ello, los nobles de la monarca quisieran dar caza a todo aquel que perteneciera a la estirpe. Pero también se comentaba el rumor de cierto copero cuya mano despidió el fatal veneno, y presa de tales argucias, la triste e infeliz Lisena Álvarez de Toledo se vio obligada al exilio, de nuevo, con apenas los nueve años de edad.
Ya en tierras valencianas, y siendo huérfana de casi al completo de su familia, quedó a recaudo de monjas y pertenecientes al clero regular, y de otras instituciones que la instruyeron en costura sobretodo, y un poco de letras: lo suficiente como para conocer parte del abecedario, leer, aunque con lentitud, y escribir su nombre. Y la soledad, que tantas veces mata y contiene la única fuerza capaz de demoler todo un imperio, hizo presa de ella y la llevó en busca de buena ventura. En Caspe, por contra, halló por familia al Marqués de Alcañiz, cuyos lazos de sangre los unía como tío y sobrina, aunque lejanos, y mantenida por éste durante unos días, decidió después echarle arrestos y regresar, ya con quince años, a Castilla.
De vuelta a la madre tierra, comenzó a padecer aún más el hambre y la soledad, la desesperación por hallar un hogar, y decidida a resolver cuantos males la acechaban, acudió a la Casa de Santillana-Infantado, ante la Duquesa y Marquesa, Marduquesa para los más allegados. Y su benevolencia repuso "Bien, necesito una costurera". Aunque recelosa de lo que ésta fuera capaz de hacer, resolvió que convendría mejor enviar a Lisena a territorios tanos para que aprendiera a manejar brocados, damascos, sedas y otras telas delicadas adecuadas a la condición de la muy noble, respetada y pagana Urania de Winter.